26 ago 2011

Medidas Perfectas Para una Mujer


Desde sus tobillos a sus pantorrillas, son cincuenta y ocho besos densos, recorro esta piel a golpe de labios, olfateo y reconozco esta tierra como mía, la paciencia es una virtud que tengo en ocasiones como esta, la pendiente que forman sus gemelos la subo sin prisas ni tiempos, llego a esta parte concava que se forma en detrás de la rodilla, vasija en donde dejo la huella de mi boca.
Levanto la vista, el horizonte es un paraíso que a mi andar espera, veo este cuerpo y me alegro que no sea de alabastro, ni de mármol, que no sea una escultura perfecta, sino así, piel, músculos y huesos, perfecta si, pero con sus imperfecciones.
Retomo el camino, atrás quedo su piel fresca, ahora son doscientos ochenta y siete besos subiendo por sus muslos tibios, rodeando esta piel, piernas y muslos que se ofrecen a este inexperto explorador, asciendo por uno de sus flancos, y siento el Ilión, chocar entre mis dientes, desciendo un poco y de su muslo al otro me tardo una eternidad, lengua, dientes, labios, todos lo recursos. Salgo. Volcán que me atrapó. Abandono, rodeo y reconozco las altas y suaves colinas que en las que gasto ochocientos diez besos, abandono este escarpado derrière y llego a su cintura, son ciento veinte besos para rodearla, desde la espalda baja, sus flancos su vientre delicado y suave, sin contar los treinta besos en que me abandone al encontrar su ombligo.
Sus costillas miden doscientos ochenta besos, hasta llegar a esos majestuosos senos que aparentan ser breves, pero en cuya piel perdí la cuenta, de sus senos a sus hombros hay ciento cincuenta besos.
Desciendo a su espalda, un llano con lunares en delicado contraste con su blanca piel, cabellos que caen desde sus hombros, y sigo a golpe de besos, confió en mis instintos y mis sentidos, gusto y olfato. Siete veces reanudé la cuenta y son cuatrocientos cincuenta besos para conocer esa piel tibia, estoy otra vez en sus hombros. Respiro. Contemplo otra vez el horizonte. Avanzo. Asciendo por su cuello hasta llegar a sus oídos, estos si son breves, pero me tardo.
Entre sus mejillas deje veintiocho besos, hasta encontrar su boca. Aprisiono mis labios y libero mis manos…pero ellas que cuenten su propia historia.


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